1. A inventar duendes y a tener amigos del tamaño de la ternura del ancho de nuestro abrazo.
2. A equivocarnos tantas veces como sea necesario; a inventar nuestras propias formas de aprender y algún lunes ponernos los zapatos al revés.
3. A elevar cometas y fantasías más arriba de las nubes, sin que nos llamen despistados
4. A tener la barriga llena para la sopa, pero disponible para una paleta de limón.
5. A creer en el ángel de la guarda, en el hada madrina, o en nuestro oso motoso.
6. A no estar de acuerdo con los maestros y decirlo sin que nos quiten el recreo.
8. A demorarnos mientras pensamos qué decir.
9. A mirar por la ventana de la escuela cuando las montañas estén más lindas que la clase.
10. A tener al menos una abuela, así sea inventada, con quien hablar de sapos y unicornios, pero no estar obligado a darle besos a la tía Anastasia.
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